Un día de invierno estaba la hormiga organizando en su refugio todas las cosas que había recogido durante el año. Para ella el trabajo nunca terminaba, se pasaba 16 horas limpiando y clasificando las reservas de comida que con tanto esmero había conseguido. Siempre presumía de que era la primera en levantarse y la última en acostarse, ya que el trabajo no le permitía darse el lujo de descansar. Estaba orgullosa de ella misma y se preguntaba cómo era posible que otros no le dieran la misma importancia al trabajo que ella le daba.
En esos días recordó que en el verano pasado había conocido a una cigarra, un cicádodo alegre que pasaba el tiempo cantando y disfrutando los placeres de la vida. ¡La hormiga se enfurecía mucho al ver tanta irresponsabilidad! Pensó que ahora que el invierno había llegado, no tardaría ese insecto irresponsable en tocar a su puerta suplicando algo de comida y cobijo, y que entonces ella misma se encargaría de darle una lección. Pero los días pasaban y la cigarra no venía a mendigar a su puerta. Una ocasión la hormiga decidió averiguar que pasaba, y dejó por primera vez su trabajo para ir a echar un vistazo. No había nadie afuera… solo la nieve cubría el desolador paisaje. La hormiga pensó que la cigarra se habría muerto de hambre y frío, y todo por no trabajar como ella todo el tiempo.
Llegó Aries anunciando el fin del invierno. Y con el sol derramando toda su energía sobre la tierra comenzaron a brotar los vástagos y nudos de la tierra, y los árboles retoñaban dándole vida al paisaje. La hormiga, sin tomar un solo día de descanso salió a la superficie, y sin detenerse siquiera a contemplar el espectáculo que le rodeaba, comenzó de nuevo a trabajar recolectando hojitas para sus cultivos. De pronto, escuchó de nuevo el canto de la cigarra. No lo podía creer, era la misma cigarra cantando y bailando alegremente. La hormiga se puso furiosa, pues no le parecía justo que alguien pudiera sobrevivir tomándose la vida tan a la ligera… soltó el pesado trozo de hoja que llevaba encima, y fue decidida y muy molesta directamente a donde la cigarra cantaba feliz.¿Cómo es posible esto? Le dijo. ¿Cómo puedes estar cantando y bailando siempre? ¿Qué no sabes que para sobrevivir hay que trabajar día y noche?

La cigarra la miró sorprendida, y le respondió: Mira hormiga, a mi me gusta cantar y por eso hace muchos años que me preparo con esmero buscando cumplir con el sueño de dedicarme a cantar. Mira a tu alrededor y verás a todos trabajando, yo también lo estoy haciendo; canto para todos mientras ellos hacen su trabajo y les hago la vida más feliz. Ese es mi trabajo, y por cierto, siempre tengo un lugar dónde pasar el invierno. Yo tuve un sueño, y ahora soy feliz haciendo lo que me gusta, gracias a que fijé mis metas claramente y establecí estrategias para llegar a mis objetivos. No se trata trabajar mucho, se trata de planear bien el futuro y crear tu propia buena suerte, preparándote y luchando por alcanzar tus ideales… Y con todo respeto amiga, te veo tan cansada y molesta siempre, que me parece que tu deberías hacer lo mismo.

La hormiga la miró fijamente y después de buscar las palabras adecuadas le dijo con desprecio: ¡Eres una holgazana! Que pérdida de tiempo hablar contigo teniendo yo tanto trabajo. Luego se dio la media vuelta y regresó. Y después de limpiarse el sudor, cargó de nuevo el pesado trozo de hoja, y continuó con su jornada.